16 de septiembre de 1955: Revolución Libertadora, caída de Perón y una antinomia aún vigente (Argentina)

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Eduardo Lonardi, presidente de facto que sucedió a Perón en 1955. (Fuente: http://www.wikimedia.org)

Es necesario el reencuentro de los argentinos, olvidando diferencias.

A pesar del tiempo pasado desde la caída del gobierno justicialista en 1955, aún hay opiniones que son un emergente ideológico y una prueba para conocer si hemos terminado con las antinomias.


1. Un golpe contra el gobierno legítimo
El 16 de septiembre de 1955 se inició un golpe de Estado por el cual, pocos días después, fue derrocado el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón por un movimiento cívico-militar denominado Revolución Libertadora.
Al asumir el nuevo primer mandatario, general Eduardo Lonardi, expresó su anhelo de un país «sin vencedores ni vencidos». Mientras tanto, Perón comenzaba un largo exilio, que comenzaría en Paraguay y finalizaría en Madrid.
Poco después Lonardi fue reemplazado en un golpe palaciego por Pedro Eugenio Aramburu y el país comenzó una serie de trágicos desencuentros que todos recordamos, con episodios sangrientos y cuantiosas pérdidas de vidas humanas.
Fueron dictadas normas que prohibían pronunciar el nombre de Perón, como el decreto 4161, y otras que censuraban la libre expresión por parte de quienes seguían leales al líder justicialista.
El exilio de Perón finalizó con su regreso, primero el 17 de noviembre de 1972, siendo todavía presidente el militar Alejandro Agustín Lanusse, y luego en forma definitiva el 20 de junio de 1973.
Ese año fue elegido Prsidente de la Nación por tercera vez consecutiva, falleciendo el primer día de julio de 1974. Su esposa Isabel Martínez de Perón, a quien correspondía el cargo constitucionalmente, no finalizó su mandato, siendo derrocada por el golpe del 24 de marzo de 1976.
2. La mano tendida de Perón
Al regresar de su exilio, en 1972, Perón dio muestras de reconciliación hacia quienes habían trabajado para su derrocamiento. Afirmó que volvía como un «león herbívoro» y tendió la mano a sus adversarios de ayer. Recordemos las imágenes de sus encuentros con Ricardo Balbín, su acérrimo opositor en la primera década de 1950.
3. Una división que no cesa
Sin embargo, a pesar de estos hechos, los argentinos permanecen divididos en bandos irreconciliables; no sólo entre peronistas y sus opositores sino entre miembros del partido gobernante y entre quienes tienen distintos puntos de vista sobre sistemas económicos o programas de gobierno.
Esto se verifica por expresiones de dirigentes políticos y ciudadanos que, si bien han disminuido en intensidad y frecuencia, no dejan de aparecer mostrando que el pensamiento negativo y la descalificación del otro siguen vigentes.
Los agravios cruzan campañas electorales cada dos años, descalificando a quien piensa distinto por el solo hecho de hacerlo.
Todo se entremezcla, enrarece y preocupa, en forma especial cuando hay partidos políticos que por egoísmo y posturas inexplicables posponen o cancelan definitivamente acuerdos de unidad que podrían beneficiar al país.
4. Saber escuchar, comprender y obrar en consecuencia
Los años pasaron, y sobre este tema se escuchan voces y opiniones de funcionarios, políticos e historiadores.
Para conocernos y comprender a nuestra sociedad conviene atender a estos puntos de vista.
Si quienes los expresan hablan de reencuentro entre argentinos significará que alguna lección dejó la historia y que hay quienes la aprendieron y están dispuestos a hacer un esfuerzo por el país aceptando a quien tiene otra manera de concebir la Patria.
Sin embargo, si se insiste en avivar rencores significará que todavía hay, para la reconciliación nacional, un largo camino a recorrer.
En ese caso corresponderá a los argentinos de hoy tender la mano al circunstancial adversario. Los desencuentros de ayer deben servir de experiencia para no repetir situaciones que han llevado a la Argentina a postraciones de las cuales es difícil levantarse para rehacer el camino de la pacificación. Alberto Auné

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